Por Raúl González Pinto, doctor en comunicación organizacional.

(Profesor de medio tiempo en CEICKOR, imparte las materias de Comunicación efectiva para el trabajo y Metodología de solución de problemas I y II y da talleres de capacitación relacionados con el Liderazgo y equipos de trabajo de trabajo del alto desempeño).

La intensificación de la agricultura protegida ha significado un salto cuántico en la tecnificación del agro mexicano. En 2013, apareció en la revista Entrepreneur un artículo de Jorge Villalobos intitulado “La nueva era del campo mexicano”, en el que se hablaba del prometedor panorama que se presentaba a los agroempresarios que tenían la oportunidad de acceder a las nuevas tecnologías.

Al inicio de esta nueva década, el prometedor panorama anunciado por Villalobos es ya una realidad. Prueba de ello es la carrera de Ingeniería en Agricultura Protegida, ofrecida por el Centro Universitario CEICKOR desde 2016. A decir de Félix Tarrats Zirión, director de dicha institución, el agrónomo de la nueva era posee una visión diferente de las cosas. “El nuevo profesionista – estima Tarrats – se distingue por competencias como el liderazgo y el trabajo en equipo”.

Por su parte, Federico Sancho, directivo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, con sede en Buenos Aires, señala la conveniencia de que los agroempresarios posean “características personales relacionadas con la necesidad de logro, autocontrol, resiliencia o capacidad de adaptación, perseverancia y compromiso”.

Es menester que los growers formados en la práctica desarrollen dichas competencias, empezando por la de liderazgo. Cabe preguntarse, sin embargo, ¿cómo saber cuáles son las cualidades esenciales que caracterizan al líder?

En busca de una respuesta, Jon Warner, autor del libro “Nivel de efectividad del líder”, encontró una manera ingeniosa de responderla. Se dio a la tarea de identificar el tipo de cosas que afirmaban sobre los líderes algunos de los más connotados expertos en el tema, entre ellos Stephen Covey, John Kotter y Warren Bennis.

Como resultado de sus pesquisas, Warner elaboró una lista de 28 cualidades que estos personajes consideraban importantes en aquellos que dirigen comunidades y equipos de trabajo.

A manera de experimento, yo me di a una segunda tarea: le mostré esta lista a 28 profesionistas de diferentes campos del saber. A cada uno le pedí que, tomando en cuenta su experiencia profesional y personal, seleccionara aquellas características que le parecieran esenciales. Las cinco que mencionaron con más frecuencia fueron:

EL LÍDER ES UNA PERSONA DE VALORES Y PRINCIPIOS SÓLIDOS. Este rasgo, el más recurrente de todos, me pareció sorpresivo, por la sencilla razón de que vivimos en un país donde la palabra “ética” pareciera cosa de ficción. ¿Quién no recuerda la respuesta que dio Gonzalo N. Santos, el legendario cacique potosino, cuando alguien le preguntó qué debíamos entender por moral? “Pues es muy fácil, ¡es un árbol que da moras!”.

ES FÁCIL PODER HABLAR CON ÉL O ELLA. Este segundo rasgo es representativo de un estilo de liderazgo de nueva factura, basado en la sensibilidad y la apertura. Mientras los líderes del siglo XX eran principalmente admirados por su firmeza y arrojo (pensemos en los caudillos), el líder de la época actual es, ante todo, un individuo caracterizado por sus habilidades de relación social: inteligencia emocional, empatía y don de gentes.

SEÑALA EL CAMINO A SEGUIR. Si bien esta particularidad resulta más o menos obvia, es bueno constatar que no ha perdido terreno. En la actualidad, la dinámica de acción en muchos equipos de alto desempeño no descansa ya en el líder, sino en la acción concertada de cada uno de sus integrantes. Existen, sin embargo, situaciones coyunturales en las que es un solo individuo el llamado a trazar los derroteros del grupo.

SE INTERESA POR LOS DEMÁS Y COMPARTE CON ELLOS. A diferencia de algunos de los atributos ya mencionados, éste no depende de un talento o habilidad específicos. Es fruto de la desinteresada y noble intención de enriquecer la vida de otros, ya que muchos de los líderes más admirados son dueños de un gran corazón, rebosante de solidaridad y amor por el prójimo.

CONSTANTEMENTE GENERA ENTUSIASMO POSITIVO. A esta virtud, los antiguos le llamaban carisma. ¿Quién de nosotros no ha sentido las sutiles oleadas de magnetismo que espontáneamente emanan de las grandes personalidades? No basta entonces con que un líder sea una mujer o un hombre de principios sólidos y nobles propósitos, es también necesario que contagie a los demás de su pasión y entusiasmo.

 

Bibliografía